V.¿Por qué es necesario valorar la noción de “extranjeridad”?
La re significación de “lo exótico” y la recuperación de la extranjeridad como valor--- pueden hacerse extensivas a la nueva conceptualización de la “europeidad”, ya que aportan motivos para la consideración de subculturas que, si bien, integradas en la sociedad nacional pueden mantener sus vínculos simbólicos con sus lugares de origen. Ello posibilita incorporar una mayor heterogeneidad a la mirada que se practica sobre la sociedad nacional. En este sentido las diversas colectividades de descendientes se han abocado, desde hace más de una década, a la recolección de autobiografías y testimonios que hacen a la historia particular de algunas inmigraciones, y han surgido nuevas agrupaciones entre los que invocan una ascendencia africana. Europa se vuelve de pronto espacios de contraste, prueba de la diversidad, la existencia de un “otro” a la vez que lejano, muy próximo.
La noción de extranjeridad se vuelve necesaria a una cultura para desarmar los estereotipos rígidos sedimentados e impulsar nuevas recombinaciones conceptuales. Así, las memorias de la inmigración, al transformarse en materia narrativa permiten articular una re interpretación de la modernización uruguaya.
Es claro que en su oportunidad, el proceso cívico hiperintegrador tuvo como función la creación de la nación moderna y la tarea de atenuar los conflictos entre contingentes étnicos diferentes. Pero una vez dejado atrás ese período, la mirada “nueva” busca en ellas la mayor diversidad que realmente tuvieron, el colorido y la riqueza de su heterogeneidad, lo que delata asimismo una aspiración a profundizar en la democratización de la sociedad vernácula y en la idea de tolerancia. La perspectiva de una sociedad multiculturalista ofrece al ciudadano una mayor
libertad de aparecer al mismo tiempo frente a otros, como un semejante y como un diferente, y de ejercer esa diferencia sin las presiones del estigma o la exclusión.
Merece un estudio aparte la consideración de los diferentes prestigios atribuidos por el imaginario de principios del siglo XX a los diferentes tipos de
corrientes migratorias. Europeos “prestigiosos” tales como ingleses y franceses, y europeos “subestimados” tales como italianos, rusos, polacos, armenios, judíos, libaneses y turcos, configuran dos polos de un continuo de gradaciones distintivas elaboradas por la mirada de los habitantes anteriores---a su vez descendientes de españoles----sobre estas disimiles nacionalidades.