¿Cuántos éramos, de dónde venimos, cuántos somos? Un breve panorama de la población

Los orígenes

El Uruguay se caracterizó históricamente por el vacío demográfico. Los testimonios de los períodos de la

Conquista y de la Colonia coinciden en que era una región débilmente poblada cuando tuvo lugar la ocupación

por el Imperio Español, la que a su vez, aparejó la dispersión y el exterminio de las poblaciones originales.

RafaelBarradas_losEmigrantes
 
El poblamiento de lo que hoy es la República Oriental del Uruguay se fue conformando progresivamente, en base a la población original, a la que se sumó la que se incorporó durante el período colonial, cuyo volumen fue pequeño, dado el escaso interés de la Corona Española en la colonización de este territorio.
 
Ubicada entre los dos grandes imperios coloniales de España y Portugal, la Banda Oriental fue escenario de movimientos migratorios que tenían como principal objetivo obtener territorios y fundar pueblos en zonas lindantes, que permitieran avanzar sobre las líneas fronterizas de cada uno de los dominios europeos. Más tarde, la disolución de las Misiones Jesuíticas intensificó la entrada de comunidades indígenas - fundamentalmente guaraníes - que ingresaron desde el Norte, por el litoral del río Uruguay y por la frontera actual del país con el Brasil. Los estudiosos del tema han insistido en el peso demográfico de esas corrientes migratorias, incorporadas al territorio a lo largo de unos dos siglos, que se distribuyeron en todo el territorio (González y Rodríguez, 1988 y 1990).
 
Por otra parte, se deben agregar los contingentes de africanos, trasladados en condición de esclavitud, que también significaron algunos de los principales empujes migratorios del período. Para dar sólo algunas cifras ilustrativas, el historiador Alex Borucki (2011),  estima en 70.000 los esclavos arribados al Río de la Plata entre 1777 y 1812 y que este volumen, se puede considerar como la cifra mínima de la que dan cuenta los registros de los puertos de tráfico de esclavos.

La Independencia supuso la abolición de las Leyes de Indias que regían para los dominios españoles y reglamentaban estrictamente el ingreso de personas y condicionaban su asentamiento. Algo similar ocurría en el Brasil bajo la dominación portuguesa. La incorporación de población fue un objetivo central de las nuevas repúblicas, acompañando la apertura del intercambio comercial, fundamentalmente con las grandes potencias europeas ávidas de obtener materias primas para sus industrias y alimentos para sus numerosos y nuevos conglomerados urbanos. El Río de la Plata fue un foco temprano e importante de atracción de población europea. Es así que durante el siglo XIX y la primera mitad del  siglo XX, se sucedieron distintas oleadas de corrientes inmigratorias, que con niveles de intensidad diversos contribuyeron al crecimiento demográfico del país.

En el diagnóstico que hicieron los criollos que condujeron la República, la escasez de población era un déficit importante; un objetivo prioritario era incorporar pobladores. Una población numerosa era parte del discurso basado en los supuestos doctrinarios predominantes en la Europa del siglo XVIII, que identificaban el volumen poblacional con el progreso económico y con el poderío militar. Por otra parte, poblar los territorios contribuía a fijar las fronteras todavía difusas de las nuevas naciones independientes.
 
Al igual que los otros nuevos estados americanos, el Uruguay adoptó en su primera carta constitucional el principio de libertad de ingreso a su territorio y promulgó leyes tendientes a promover la inmigración.

Desde otro ángulo, la población europea transitaba por una transformación sin precedentes. La modernización económica fue acompañada por la llamada “transición demográfica” , que implicó un cambio considerable en la tasa de crecimiento de la población, llegando a niveles nunca antes conocidos. Este aumento relativamente rápido tuvo como consecuencia grandes movimientos de población, fundamentalmente hacia el continente americano del norte y también regiones del sur del mismo.

En 1829, se estimó la población uruguaya en 74.000 personas en el país, de las cuales, 14.000 residían en Montevideo. Si bien se discuten estas estimaciones y se supone que contienen mucha omisión, existen pocos elementos para realizar una estimación alternativa. De todas maneras, es claro que la población crecía de manera importante y el primer censo nacional de 1860 registró 223.238 habitantes, es decir que aproximadamente se triplicó en 30 años.
 
El aporte de la inmigración se aceleró a partir de mediados del siglo XIX. En el censo de 1860 el primero que cubría toda la República, los extranjeros eran el 33% de la población; una parte considerable era originaria de los países vecinos y otra de Europa.  Su distribución territorial era muy diferente: los europeos tenían tendencia a concentrarse en el sur del país, fundamentalmente en Montevideo, los brasileños en las zonas fronterizas con Brasil y los argentinos en el sur y el litoral.  Promediando el siglo XIX, casi la mitad de la población de Montevideo estaba integrada por extranjeros, lo que se redujo progresivamente y, en 1908, el censo registró 17%  en todo el país y 30% en Montevideo.    
 
 
¿De qué países de Europa eran los inmigrantes?

La incorporación de inmigrantes europeos fue una temprana realidad en el siglo XIX, a pesar de la inestabilidad derivada de las guerras civiles que siguieron a la Independencia; la integración de franceses e italianos se produjo desde los primeros años del siglo.

La presencia francesa comenzó a observarse en 1820; se trataba de originarios de las provincias del sur de Francia: vascas, de Bigorre y originarios del Béarn, La presencia de franceses en las primeras décadas del siglo XIX fue muy importante y estaban concentrados en Montevideo donde el peso en la población de la ciudad era muy alto. El periódico Le Patriote Français  calculaba  en 18.000 la población francesa en Montevideo, en vísperas de la Guerra Grande. La correspondencia de los cónsules franceses trasmite, en la década de 1840 la importancia que ha adquirido Montevideo como plaza comercial y la presencia de inmigrantes contribuye al aumento del consumo y la difusión de los gustos por los productos franceses.
    
Estos inmigrantes tuvieron una impronta que influyó en el país: un sector se orientó a la agricultura y la ganadería, incorporando transformaciones innovadoras en el sector e impulsando la crianza del ganado lanar.
 
Los vascos de la ciudad se incorporaron a trabajos humildes luego de su desembarco, como manera de poder reembolsar sus pasajes. Picapedreros, changadores en el puerto, herreros, carpinteros, calafates en las flotillas de barcos de cabotaje que circulaban hacia Buenos Aires.  También los  originarios del Béarn y de Bigorre eran en sus regiones de origen pequeños comerciantes de las aldeas o pequeños artesanos; en Montevideo y en las pequeñas ciudades del Interior, se instalaron como hoteleros, dueños de pensiones, de negocios de comidas, panaderos, lecheros, sombrereros, sastres, zapateros, herreros, carreteros, quincalleros, pintores de edificios, torneros de madera y metales. Algunos de ellos llegaron al bienestar burgués, con el comercio de importación de productos llamados parisienses (Duprey, 1952 ). Hubo también profesionales que actuaron como médicos, arquitectos, maestros de música y profesores de francés. Es en este ámbito que nacieron en Montevideo dos importantes poetas franceses, Laforgue y Ducasse. La emigración  francesa se redujo progresivamente a lo largo de la segunda mitad de siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX.

Los italianos comenzaron a integrarse al país muy temprano, en los inicios de la República. El pasaje de tropas garibaldinas por sus territorios y la misma presencia de Garibaldi en la década del 40, influyeron en la existencia de inmigrantes que decidieron seguir la suerte de aquellos soldados que decidieron establecerse en Uruguay. No fue ajena a esta corriente la actividad de los armadores de barcos y agentes de compañías navieras genovesas, que actuaron tanto en la navegación intercontinental, como en la organización de los transportes fluviales de las cuencas que unen a las regiones del Plata.  La presencia italiana se convirtió en masiva desde principios de la década de 1880 y los italianos predominan entre los inmigrantes, en el Censo de 1908. Su participación económica se orientó en gran parte en las actividades agrícolas, en particular, en las chacras de los alrededores de Montevideo y algunas ciudades del Interior.  El cultivo de frutas y hortalizas fue su actividad dominante, pero no se observa su presencia en la ganadería. También participaron los inmigrantes italianos en el comercio, especialmente el pequeño comercio de venta de alimentos y ventas al detalle. En el censo de 1908, que corresponde a una etapa de predominio de la inmigración italiana, aparecen en la actividad económica como empleados y propietarios de comercios, como propietarios de establecimientos industriales, en la industria de la construcción, todo ello en paralelo con su presencia en la agricultura.

La inmigración española fue la más voluminosa, en algunos períodos. La emigración a América hispana fue prohibida luego de la Independencia; sin embargo, la emigración continuó, con limitaciones, y fue persistente aún durante los períodos de prohibición. Los emigrantes evitaban los controles de formas diversas, tomando los barcos en puertos franceses o pasando por las Islas Canarias, en movimientos que se realizaban fuera del control de las autoridades de la España continental. En 1853, una Real Orden eliminó esa norma restrictiva para los canarios y en 1873 para el resto los de otras regiones de España, y la inmigración española llegó a ser la más voluminosa en varios períodos. Los orígenes regionales de los inmigrantes españoles en el Uruguay, muestran que los canarios predominaron en la etapa inicial, en la que también hubo una participación de las Provincias Vascas. Con el paso del tiempo, llegó a haber una mayoría de gallegos, seguidos por asturianos y catalanes. (Camou: 83)
 
Su distribución territorial estaba muy concentrada en Montevideo. En un período inicial, un grupo importante de canarios se instalaron en la zona rural de Canelones, dedicándose a la horticultura para abastecer a la ciudad de Montevideo. También en la zona rural del departamento de Montevideo se encontraron españoles de otras regiones, dedicados a dichas actividades agrícolas que compartían con los inmigrantes italianos (Camou, cit). Sin embargo, sus actividades económicas eran principalmente de carácter urbano, comerciales, servicios personales y trabajos no calificados.

Los españoles, italianos y franceses fueron los inmigrantes que predominaron a lo largo del siglo XIX. En las primeras décadas del XX, además de los italianos y españoles, se intensificó el ingreso de personas del Medio Oriente y de Europa Oriental.

A principios del siglo XX, la inmigración continuó siendo parte importante del crecimiento de la población, aunque su peso relativo fue descendiendo. En la década de 1930, al igual de lo que sucedió en el resto de los países americanos que fueron receptores de inmigrantes, las corrientes de migración europea se detuvieron. La crisis económica de 1929 determinó el fin del un fenómeno que duró casi un siglo; en la mayoría de los países receptores de migrantes se aprobaron políticas migratorias restrictivas y, en varios casos, las leyes incorporaron normas discriminatorias, con respecto a algunas naciones de origen o grupos étnicos.

Finalizada la Segunda Guerra Mundial, se recibieron grupos de refugiados y desplazados, también se recibieron los últimos flujos de europeos españoles e italianos. Luego de ese período, se detuvo la inmigración europea y comenzó una etapa en la que, el fenómeno predominante pasó a ser la emigración de uruguayos.
 
El crecimiento y distribución de la población

Aún no disponemos de estudios sistemáticos sobre la población uruguaya en el siglo XVIII y son muy escasos los que se refieren al siglo XIX . La información disponible sobre esos períodos es escasa y de poca calidad.  Es recién para las últimas décadas del siglo XIX que se dispone de registros de estadísticas vitales y de series de entradas y salidas del país. Lo que sabemos es que el crecimiento natural era el de una demografía pre transicional, es decir con una fecundidad alta y una mortalidad también alta. El ingreso de inmigrantes es un rasgo importante de esos años.

A fines del siglo XIX comienza a observarse el fenómeno de la “transición demográfica”: descenso de la mortalidad,  y luego reducción de la fecundidad, procesos ambos que son signos de modernización de la sociedad. La transición demográfica de Uruguay tiene rasgos particulares, comparada con otros países latinoamericanos: es “precoz”,  dado que se inicia a fines del siglo XIX y en la mayoría de los países de América Latina comienza entre 1930 y 1950 y se desarrolló lentamente, a lo largo de aproximadamente un siglo. Como consecuencia de este proceso hubo un lento crecimiento poblacional a lo largo del siglo XX, acompañado de una transformación de la estructura de edades, que culmina en las últimas décadas de ese siglo y primera del actual, con un envejecimiento progresivo de la pirámide de edades.

La carencia de información censal entre 1908 y 1963 es un obstáculo importante para valorar con cierta precisión las etapas intermedias, en cuanto al crecimiento y a la distribución de la población. La concentración de la población en las ciudades y el crecimiento de Montevideo fue creciente durante el primera mitad del siglo XX. Los pocos datos disponibles señalan que hubo un vaciamiento sostenido del país rural en favor del urbano, particularmente de la capital.  Hubo etapas de saltos cuantitativos, asociadas a la industrialización y a la concentración de los servicios, fundamentalmente en Montevideo.

En 1908 casi el 20% de la población residente en el departamento de Montevideo (tanto en su área urbana como rural) era nacida en otros departamentos. A su vez la proporción que representaba la población del departamento de Montevideo, con respecto a la población total, era aproximadamente el 30 % en 1908 y se estima en 38%, en 1930. El desarrollo de la industria nacional y la etapa de “crecimiento hacia adentro”, estimularon la concentración de la población en la ciudad capital y, en menor medida, en otras ciudades que tuvieron un cierto desarrollo industrial (como es el caso de Paysandú).


La reversión de las tendencias de la población

A partir del fin de la década de 1950, el Uruguay inicia el estancamiento de sus indicadores económicos, que culminará en una crisis prolongada y tendrá severas repercusiones sobre la sociedad y el sistema político durante las décadas siguientes. Por su condición de productor de alimentos, el país había podido mantener una posición privilegiada en etapas en que los países desarrollados satisfacían sus demandas de alimentos en el mercado internacional. La Segunda Guerra Mundial y otros  conflictos bélicos - como la Guerra de Corea - habían prolongado en el tiempo su vinculación a los mercados internacionales. En los años de 1960 comienza una retracción de las ventas y de baja de los precios, al mismo tiempo que la "industrialización sustitutiva" encuentra rápidamente los límites de un pequeño mercado interno.

Desde el punto de vista de la población, se observan cambios importantes en lo relativo a la migración interna y también internacional, así como el descenso de la tasa de la fecundidad. Ésta desciende progresivamente hasta que, en los primeros años del siglo XXI, llega a tener el nivel de la tasa de reemplazo.

En lo que se refiere a la migración interna e internacional, las transformaciones implican una reversión de las tendencias históricas. Los registros de los censos de población realizados durante la segunda mitad del siglo XX, permitieron observar un estancamiento de la población de Montevideo, debido a un descenso de la afluencia de migrantes internos, sumado al traslado de su propia población fuera de los límites departamentales, hacia Canelones y San José. Hay que agregar la emigración internacional, que encuentra en la ciudad capital su principal lugar de origen. Los datos, expresados en efectivos totales, muestran una disminución del saldo migratorio total para Montevideo entre 1963 y 1975 y una duplicación del saldo migratorio del Departamento de Canelones. Esto refleja la expansión de la ciudad capital hacia zonas de residencia ubicadas en ese departamento, conjuntamente con un vaciamiento progresivo del centro urbano histórico de la ciudad y el decrecimiento de algunos barrios residenciales tradicionales.

El Censo de 1996 mostró, por primera vez, un decrecimiento en el departamento de Montevideo, acompañado de  un aumento importante de la población en la costa del Departamento de Canelones; Maldonado tuvo el crecimiento más alto del país, acentuando la concentración de la población en el Sur, fundamentalmente en la faja costera del Río de la Plata que contiene gran parte de la población: los departamentos costeros representan el 63 % de la población del país.

Con respecto a la migración internacional los cambios de tendencia fueron radicales. Aunque la emigración de la población uruguaya tenía antecedentes en períodos anteriores, el saldo migratorio había sido positivo en la mayor parte del tiempo en que existen registros. A partir de 1960  se detienen definitivamente los ingresos de inmigrantes europeos y se intensifican los flujos hacia la región, al tiempo que comienzan a desarrollarse corrientes de emigración hacia los países  industrializados.

La década de 1970 fue la más intensa en cuanto a la emigración de población uruguaya. La agudización de la crisis fue generando un clima de violencia y represión que condujo al golpe de Estado de junio de 1973 y a la subsiguiente instalación de una dictadura civico-militar que duró doce años. La situación económica, unida a la consolidación de un gobierno autoritario, provocó una corriente de emigración que alcanzó niveles muy importantes. A partir de la década de 1970, las tasas de emigración internacional, estimadas por Nelly Niedworok (1985) alcanzaron los niveles más altos conocidos en el Uruguay y se aceleraron los movimientos hacia Argentina y los flujos hacia los Estados Unidos y otros países desarrollados.
 
El fin de la dictadura militar en 1985 tuvo como consecuencia un movimiento de retorno de emigrantes, que fue estimulado por programas de apoyo tendientes a su reincorporación a la sociedad. De todas maneras, la emigración se instaló como un elemento estructural de la sociedad uruguaya. Uruguay se ha integrado a las corrientes latinoamericanas que emigran fundamentalmente hacia los países desarrollados, aunque también se ha mantenido un cierto flujo hacia otros países de la región.
 
En 2005, se estimó el número de uruguayos emigrados entre 1963 y 1996 en aproximadamente 480.000 personas (Cabella y Pellegrino, 2005).
 
La crisis de 2002 y la emigración

En los últimos dos años del siglo XX la economía del país entró en una crisis aguda que tuvo su punto culminante en el año 2002. Ésta ha sido considerada como una de las más importantes de la historia de este país. El desempleo llego al 17% en el año 2002, nivel inimaginable anteriormente. En ese contexto, la emigración se presentó como una respuesta rápida de la población frente a las adversidades. La presencia de grupos de uruguayos instalados en otros países fue un apoyo fundamental para la consolidación de los nuevos flujos migratorios.  En ausencia de censo de población, se ha estimado el saldo del movimiento migratorio en el Aeropuerto de Carrasco, que fue de 124.000 personas para el período 1996-2006. En conjunto, se puede afirmar, que grosso modo, el número de nacidos en el Uruguay que residen fuera del país es de aproximadamente 600.000 personas, 18% del total de la población en 2006.

La encuesta ampliada de hogares de 2006 incorporó un módulo de migración internacional y permitió conocer algunas características de los emigrantes del período reciente, es decir aquéllos que salieron del país entre 2000 y 2006.

Se pudo saber que casi el 70% de los emigrantes se orientaron a los Estados Unidos y a España.  Sin embargo el destino tradicional de los uruguayos, que era Argentina, solamente recibió al 11%. Los emigrantes son jóvenes, más de la mitad tenían entre 20 y 30 años y los hombres son más que las mujeres. El nivel educativo de los migrantes es en promedio, más alto que el de la población de su misma edad residente en el país, y las mujeres emigrantes tienen un nivel educativo más alto que los hombres, entre los emigrantes. Los emigrantes tiene una alta participación en el mercado de trabajo del país de residencia y sus ocupaciones pueden clasificar a los trabajadores emigrantes, grosso modo, en tres grupos, a pesar de que la información no permite identificar, sino de manera muy aproximada, precisamente el nivel y el volumen de cada uno de ellos: 1) Un primer grupo, de especialistas profesionales, científicos, académicos, o gerentes de alta jerarquía. 2) Un segundo, que es importante en volumen, de trabajadores con formaciones intermedias o con experiencias tanto en la industria como en el comercio o en los servicios (70%).  Son estas personas las que dan el perfil general de la emigración uruguaya. En esas ocupaciones se encuentra el grueso de los emigrantes uruguayos y constituyen un conjunto heterogéneo de calificaciones, habilidades y experiencias. 3) Finalmente, el 12% de los emigrantes se ubican en ocupaciones no calificadas, porcentaje bastante menor que en  la población activa residente en Uruguay, que es de 20%. (Pellegrino, 2008).
 
¿En qué estamos ahora en la población de Uruguay?
 
En el inicio de la segunda década del siglo XXI, la población mantiene algunos de sus rasgos tradicionales: baja densidad demográfica, alta urbanización y alta concentración en la población en Montevideo y su región de influencia.
 
La fecundidad mantiene un descenso lento y progresivo y – como hemos señalado - en 2004 ha alcanzado al nivel de remplazo. La tasa de mortalidad se mantiene estable, dado que la estructura de edades progresivamente envejecida mantiene la relación entre las defunciones y la población total; sin embargo, en el análisis de las tasas por edades y en particular en el caso de la mortalidad infantil se ha observado un descenso significativo. El descenso de la mortalidad infantil era un objetivo principal de los gobiernos desde la restauración democrática y las políticas planteadas han tenido resultados positivos. A pesar de este esfuerzo, Uruguay mantiene rezago con respecto a otros países comparables, como Costa Rica, Chile y Cuba, y no ha recuperado su lugar de liderazgo en ese tema que tuviera en las primeras décadas del siglo XX.
 
La movilidad ha sido el aspecto más afectado por la situación política y económica del país, su intensidad tiene una relación importante con la organización y lazos de las redes que vinculan a los emigrantes con los residentes en el país.  De otra manera, hay que señalar que también hay efectos importantes que provienen de la situación de los países receptores, tanto en lo que tiene que ver con la economía y el empleo, como con las medidas legislativas que se aprueban.  Como es bien sabido, tanto en España como en otros países europeos y en los Estados Unidos las políticas migratorias han sido cada vez más restrictivas  para la inmigración.
 
El volumen de la población y su estructura de edades es el efecto combinado de los niveles de la mortalidad y la
fecundidad y del saldo migratorio. En el caso de Uruguay, el descenso de la fecundidad durante un muy largo período, sumado un descenso y estancamiento de la mortalidad y un saldo migratorio negativo durante el último medio de siglo, ha tenido como consecuencia una reducción de la tasa anual de crecimiento, que pasó de 6.4 o/oo entre 1985 y 1996 a 3,2º/oo en el período 1996-2004. En 2002 y 2003, el fuerte saldo negativo de la migración internacional superó el crecimiento natural (nacimientos menos defunciones) generando una coyuntura de decrecimiento poblacional.  Los datos actuales están demostrando una recuperación del saldo migratorio, lo que implica un lento crecimiento positivo de la población.
 
El descenso de la fecundidad redunda, en el largo plazo, en un envejecimiento, dado que se reduce progresivamente la base de la pirámide de la población, al tiempo que la prolongación de la esperanza de vida tiende a alargarla por la cúspide. Por otra parte, la mortalidad, que presenta niveles diferenciados por sexo, tiende a alterar la relación entre los sexos, particularmente en las edades más avanzadas. De igual forma, la migración internacional, que suele ser selectiva por sexos (en nuestro caso, en el período reciente hubo una tendencia mayor a la emigración de los hombres que de las mujeres), altera la relación entre el número de hombres y mujeres en los grupos de edades correspondientes a las cohortes más afectadas por este proceso.
 
La relación de masculinidad (número de hombres por cada 100 mujeres) tiende a ser menor que 100 a partir de los 25 años en la población total del Uruguay; este fenómeno se acentúa en los datos resultantes de últimos censos nacionales y se manifiesta de manera particular en la población de Montevideo. El hecho de que la esperanza de vida sea mayor entre las mujeres hace que en los tramos de edades superiores a los 50 años (aproximadamente) exista una sobrerrepresentación de mujeres, que llega a niveles muy bajos de masculinidad en los tramos de edades avanzadas (50 hombres por cada 100 mujeres en la población de 80 años y más en el Censo de 1996).
 
La migración interna afecta la relación de masculinidad en las diversas regiones. En la medida que las actividades económicas predominantes en el medio rural están relacionadas con la ganadería extensiva, que incorpora casi exclusivamente hombres, se produce una emigración mayor de mujeres que de hombres a los centros urbanos. Las relaciones de masculinidad son superiores a 100 en la población rural de todas las secciones censales del país. Las mujeres tienden a concentrarse en el área urbana y, fundamentalmente, en las capitales departamentales y localidades de mayor tamaño.

En resumen, la población uruguaya se ha estimado en 3,3 millones de personas (el próximo censo de población podrá confirmar esta predicción). La población es aproximadamente el triple de  la que tenía el país al comienzo del siglo XX.  La esperanza de vida pasó de ser menos de 50 años en 1908 a 76 hoy en día, con una sensible diferencia entre los hombres (72) y las mujeres (80).  La tasa de mortalidad infantil era de 100-120 por mil y en la actualidad alcanzó a 7 por mil, indicadores que expresan logros que la sociedad alcanza en el largo plazo, en cuyo transcurso se observaron avances y estancamientos.

El país se ubica entre los que tienen bajo crecimiento demográfico, en el contexto de una población pequeña. La fecundidad está en los niveles de los países desarrollados que tienen una participación económica de las mujeres, y es el saldo migratorio - con signo positivo o negativo - el factor que puede incidir en mayor medida en la tasa de crecimiento de la población.

En esta etapa final de la transición demográfica, al mismo tiempo se avanza hacia un nuevo contexto, donde el escenario es de cambios en la familia, aumento de la esperanza de vida, fecundidad baja y aceleración de la migración internacional. En el caso de Uruguay ha participado en los cambios demográficos de manera “precoz”, comparado con otros países latinoamericanos, tanto en su historia como en la época actual.  El proyecto de futuro debe consistir en integrar a las nuevas familias, al envejecimiento de la estructura de edades, a las relaciones entre las generaciones y también a las nuevas modalidades de movilidad de la población. En las condiciones que se han creado como consecuencia de esta evolución, se debe propulsar intervenciones políticas que permitan integrar el nuevo contexto demográfico, con la perspectiva de alcanzar el bienestar de la población.
 
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