Autor:
Vidart, Daniel
Índice
- Sobre la identidad nacional
- ¿Cédula de identidad o de identificación?
- ¿Identidad o identidades?
- El pulso dialéctico de la historia
- Ciudad versus campo
- Doscientos años ¿de qué?
- <abbr title="nombre autorizado el16 de enero de 1885.en homenaje al jose g. artigas,el heroe de las luchas por la independencia. segun castellanos: lo llaman fundador de la nacionalidad oriental heroe nacional del uruguay, nacido en montevideo el 19 de junio de 1764 y muerto en el paraguay (en la localidad de ibiray en las afueras de asuncion), el 23 de setiembre de 1850. promotor y caudillo de la revolucion de 1811, que inicio las luchas por la independencia; vencedor de la batalla de las piedras el 18 de mayo de 1811. proclamado primer 'jefe de los orientales', guio a su pueblo en la memorable jornada del 'exodo' hasta el 'ayui'. en abril de 1813 convoco el primer congreso oriental donde se redactaron 'las intrucciones del año xiii'."><a class="Glosario" href="/B1/glossary/7/lettera#term647">Artigas</a></abbr> y los “bravos orientales”
El tema de la identidad está de moda. Se ha constituido en la cara vernácula, y a menudo chovinista de la moneda que exhibe en su anverso la cruz de la globalización. Su difusión en los países de economías dependientes es uno de los indicadores de la crisis, es decir, del cambio rápido instalado en la cruz de los caminos históricos que llevan, el uno a la esperanzada huida hacia delante, y el otro hacia un pasado convertido en una nostálgica Edad de Oro. Y ello sucede sin que la mayoría de los protagonistas tengan clara conciencia de la angustiosa disyuntiva propuesta por la civilización mundial contemporánea: Ser o Tener, Homogeneización o Diferenciación, Humanópolis o Necrópolis, Comunión o Insularización, Alteridad o Identidad, Realismo o Nominalismo, Universalidad o Relativismo.¿Que se esconde tras las nieblas del inmediato mañana, dada la aceleración de la historia :¿una nueva Edad Media o un mundo computarizado, robotizado y clonizado?
La pregunta por la identidad, entonces, remite a las fuentes, separa, recorta, reclama fidelidades y adherencias. Ante el poderoso viento de lo macró-idéntico que sopla desde el mercado mundial de íconos fugaces, objetos ubicuos y noveleras tecnologías, esta estrategia supuestamente protectora de la originalidad de las comunidades y los grupos de compadrazgo genérico, procura erigir abrigos donde puedan refugiarse y florecer, como en un invernadero, las afinidades electivas de las identidades y aún las micro-identidades. Lo macro-identificador, ese martilleo mediático del “haga lo que todos hacen y compre lo que todos compran”, como repite la propaganda comercial desde los centros del poder, impone sus padrones a las subculturas y a las identidades contestatarias con las que ellas reaccionan.
Este machacón estribillo nos remite a la etimología de los términos idéntico, identificación e identidad, cuyo común denominador es la voz latina ídem.
Idem significa semejante a algo o alguien. No se circunscribe a la mismidad del sujeto, no se agota en la naturaleza autista del ser sino que lo construye desde afuera, a partir de un modelo, de un paradigma real o ideal, y aún fantasmal, si bien esto suene a paradoja. El “todos somos charrúas” de ciertos fanáticos terruñeros así lo confirma. El Yo, ese entramado subjetivo de la condición humana, se recorta sobre el telón de fondo del Otro, que nos contempla también del mismo modo. La otredad no es un paseante solitario: desconfía y rechaza a dos puntas. El Otro es un Yo alienígeno que me contempla como al Otro. No existe identidad sin alteridad. Lo macro-idéntico, ese imaginero e imaginario que reparte a los cuatro vientos las máscaras de la civilización globalizada, induce a la asunción personal o grupal de los modelos impuestos por la cultura de masas, al emparejamiento por lo bajo dictado por la kitsch, a la falta de originalidad imperante en el pastiche. Las formas de ser, sentir y hacer que, coactivamente, penetran en los recintos sin blindaje de las etnias regionales, las ha obligado a una toma de conciencia, tanto al nivel del Ego como de la sociedad entera. De tal modo han silenciado las fanfarrias periódicas y los inventarios cotidianos de la autoidentificación, aquel buceo en el “nosotros” internalizado que se asumía como por inercia, favorecido por el re-conocimiento y la adopción de un familiar sistema de señales.
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